Sábado 31 de Agosto del 2024, La Prensa Austral
En 1973, el lugar donde hoy día yace una nueva placa conmemorativa para Silvio Francisco Bettancourt lucía muy distinto. Era parte del límite urbano y en la intersección de General del Canto con Cirujano Videla, Francis, como era conocido por sus compañeros y amigos, se despidió de un abrazo de los dos amigos que lo fueron a dejar. Bajó de un auto con intenciones de caminar a Río Gallegos, sin embargo a casi 51 años de aquellos días, no se ha sabido más de su paradero.
Hoy en día, la instalación de placas y monumentos tiene por objetivo identificar los sitios de memoria, lugares que reconstruyen historias y permiten recordar, como también reparar simbólicamente a las víctimas: familiares que no supieron más de sus seres queridos. Se erigen también como testimonios para construir un futuro con garantías de no repetición.
La ceremonia fue gestionada por la Colectiva Cueca Sola de Punta Arenas, además de diversas secretarías regionales ministeriales como Cultura o Justicia. Se interpretaron canciones compuestas por la Colectiva Mousai y se realizaron emotivos pies de cueca sola, característicos de la agrupación y que denotaban el vacío que deja quien ya no está. El primero de ellos fue bailado por Jenny Bettancourt Bahamonde, hermana de Francisco.
Han sido justamente las familias y agrupaciones de derechos humanos quienes han mantenido viva la búsqueda de respuestas de perpetradores, cómplices, justicia, como también de los paraderos de sus seres queridos. “Es importante que se recuerde que en Chile se violaron los derechos humanos durante 17 años. Todavía hay cuerpos que no se encuentran. Mi hermano está entre ellos, una persona que desapareció y sabemos perfectamente bien quiénes fueron”, sostuvo Jenny Bettancourt.
“El último abrazo fue acá”, señaló Libio Pérez, última persona en verlo con vida. “Nos pasaron a buscar en un auto juntos. Yo quería sacarlo lo más lejos posible. El tomó la decisión de salir, yo tenía una decisión distinta; éramos de partidos distintos además. El era del Mapu, yo era del Mir, entonces teníamos decisiones distintas (…) Ibamos con otra persona que iba manejando. Yo aquí me despedí de él, le di una chaqueta que él tenía debajo de la parca, y le di los datos de dónde dirigirse en Río Gallegos”.
Por aquellos años no existían las formas de comunicación moderna, por lo que nadie tenía forma de contactar a Francisco. “Yo fui capturado unas semanas después de que nos despedimos. Nunca me interrogaron sobre Pancho, nunca me vincularon. Por supuesto, yo tampoco lo dije. Pasó mucho tiempo, mucho silencio de mi parte y de la gente que conocía a Pancho, porque no sabíamos si estaba capturado, si había logrado pasar allá. O si se había decidido quedar en el camino, qué se yo, y tomar otro rumbo. Entonces, nadie entregaba información sobre él. Hasta que fueron pasando los años y finalmente me comuniqué con la familia de Pancho. Ellos estaban buscándolo igual”.
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