Pablo Varas
Quién sacó mi nombre de ese saco.
Quién escupió en mi cédula de identidad,
y lo colocó en un sobre verde.
Yo estaba enamorado en aquel tiempo,
Nos dábamos besos largos y tiernos.
Me perdía entre abrazos y sus piernas.
Ella me desordenaba los cabellos, yo corría la cortina del baño.
Fabricábamos juntos esos relojes, cuando casi todo marcaba las 15.35
Por qué fuí yo el elegido.Por qué tú, maldito, me escogistes entre tantos,
Por que éramos tantos y tantos.
Cuando estaba en aquella mesa,
y la vida se me iba poco a poco, porque ustedes me la arrancaban.
Cuando ya un quejido era un pañuelo húmedo.
Yo escuchaba tus risas, maldito,
tus alientos amargos, maldito,
tus perfumes baratos.
Entonces les entregué mi osamenta.
Saqué y escondí lo que buscaban,
y lo guardé de veras, como sabemos hacerlo nosotros.
Lo guardé todo en una maleta, y me fuí de viaje.
No sé si al mejor de los tiempos.
Atrás quedaban las horas que ustedes habían inventado.
Pero yo también tenía mi tiempo.
Por esas cosas del poder y del ruido desaparecí.
Dejé de existir.
No tuve vida anterior.
Nunca había dado pasos,
No había visto descansar los botes en una playa de arenas dormidas
simplemente desaparecí.
Pero ustedes me sacaron de mi encierro, cuando ya me habían reventado en sus salas de tortura. Me subieron a sus helicópteros y me lanzaron al mar. Algunos nos despedimos, y al oído juntamos unas cuantas letras, como las de un primer día en la escuela.
En un comienzo no sabía que hacer.
No sabía donde estaba y aprendí.
Encontré faros
y también sirenas,
es cierto que también lloré.
Pero hemos vuelto, maldito,
porque no nos fuimos como ustedes quisieron que fuera
hemos vuelto,
porque nunca hemos estado donde ustedes nos dejaron
donde nos fueron botar.
Te habla un desaparecido.
El que colocó en tus bolsillos piedras pequeñas que cuando castañean, te irán indicando que las puertas de las casas tienen números, y los calendarios sus días contados, y los relojes todas las horas justas, así como los niños caminan cuando quieren y tienen que llegar .
Mis camisas planchadas cuelgan tranquilas en el ropero de mi casa, esperandome inútiles, simplemente porque son mis camisas, y un pañuelo perfumado, y en el velador mis anteojos
Pero mi nombre
Estos nombres están en esquinas de calles y en las poblaciones
Que corren de boca en boca contra el olvido, y estarán por todo el tiempo que quieran.
El mismo tiempo de siempre y eso, ya eso es bastante.
Yo soy
Yo estuve
Yo estaré en todas las estaciones
con todos los perfumes, esperando los trenes, acompañando las despedidas,
estaré repartiendo cartas de amor y desamor, en casas y conventos.
Estaré en el comienzo de todos los besos y en los bolsillos de un abrigo silencioso en un guardarropa, en oración constante.
Estaré en el ruido que hace una moneda cuando cae en el tarro de un ciego.
Ustedes, malditos…
Cuídense entonces de mis sueños,
como los que guardaron el fuego
Escondete porque el olvido no lleva mis pasos en la calle,
De apurados,
De asustados,
sencillamente caminamos.
Para ti camarada
Quiero que sepas que mientras me olvidaba de tu casa y de tu número de teléfono, estaré.
Tú guárdame para que el olvido no se apropie de estos restos desperdigados, viejos, casi desaparecidos de verdad, como una pelota de plástico en el techo de una escuela.
Hay noches y también días de sol,
en que escucho una pala que me busca,
y no me encuentra
y muevo la cabeza angustiado.
Llego a sentirme perdido.
Quién sacó mi cédula de identidad y la escupió
antes de colocarla en un sobre verde…